miércoles, 4 de marzo de 2015

CERROS Y CURANDEROS ENTRE LOS NAHUAS DE LA HUASTECA

El propósito del presente capitulo es presentar  la situación actual del culto a los cerros entre los nahuas de Huazalingo, en el contexto de su lucha constante por hacer perdurar su cultura.
Huazalingo se localiza en la parte alta de la Huasteca hidalguense, al nordeste del estado de Hidalgo, al pie de la Sierra Madre Oriental, a una altitud de 900 msnm. Con frecuencia se define a Huazalingo como un municipio fronterizo, es decir, localizado entre la sierra y la Huasteca. Por consiguiente, en sus ritos y costumbres se pueden identificar influencias de ambas regiones culturales.
San Juan se encuentra a una distancia aproximada de un kilómetro de la cabecera municipal. La comunidad se comunica por una carretera pavimentada, muy sinuosa y peligrosa, que va de Tehuetlán a Huazalingo. La carretera divide a la comunidad en dos partes desiguales. La parte principal de la comunidad, “la de abajo”, es la parte oriental donde se encuentran los principales edificios oficiales: el juzgado, la clínica, la escuela primaria, el kínder, la casa de bienes comunales, la cárcel, la iglesia…, y la de arriba, al oeste de la carretera (son pocas las casas que se encuentran en la orilla de la carretera al pie del cerro).
La parte donde se encuentran las cuevas principales para los rituales curativos se llaman Tzoncuello (o Tzoncuey); más abajo hay una cueva “donde se escucha bien el eco” llamada Yahualapa. Otro lugar de ofrendas utilizado por los campesinos en el pasado lleva por nombre San Marcos. En sus ceremonias los curanderos refieren también a otras toponimias de las partes elevadas.
La idea de otorgar un significado especial o atribuir un carácter a los cerros y montañas no es nueva ni única de los pueblos mesoamericanos. En realidad, en casi todas las culturas, las elevaciones naturales del terreno que caracterizan el paisaje, visibles a gran distancia y con frecuencia de acceso difícil para los seres humanos, se han transformado en un punto esencial de orientación y también en un elemento importante de la cosmología y de la religión. En numerosas mitologías aparecen montañas como sede de los dioses y, al mismo tiempo, como lugares de culto.
Los pueblos mesoamericanos otorgaron a los cerros significados algo diferentes debido al carácter de su funcionamiento, ya que sus civilizaciones dependían, en gran medida, de la agricultura, tanto temporal como de riego. Por consiguiente, tenían gran interés en las observaciones de los fenómenos de la naturaleza e intentaban descifrar las señales y pronósticos que éstos podían dar para sus cosechas.
Para las sociedades agrarias sedentarias basadas en la agricultura, el agua es el principio de su existencia. Para esos pueblos, los cerros y las deidades que los habitan se transforman en donadores del principal elemento vivificador, pero también en los controladores de la fertilidad, y dan salud y vida gracias al poder que tienen sobre los fenómenos atmosféricos.
Los historiadores señalan que Tláloc pertenece a los más antiguos dioses mesoamericanos, cuya influencia y presencia en toda Mesoamérica era casi omnipotente. Tláloc estaba rodeado por una cohorte de dioses llamados tlaloque, que moraban junto con él en las cumbres de las montañas y lo ayudaban a gobernar los fenómenos atmosféricos, a veces de manera un tanto descontrolada.
Los vecinos de San Juan se enorgullecen de que la fama de sus cuevas se extiende fuera del municipio o incluso del estado. Ya que las cuevas y el Burrotépetl forman parte de su paisaje simbólico y sustenta la construcción de su identidad colectiva, es posible que sus declaraciones acerca de la importancia de “su” cerro en la región estén exageradas: “Vienen de Tampico, traen cerveza, bebidas, tamales, cigarros. Cada año va un montón con zacahuil, pan, tamales, cerveza, como [si fuera] una fiesta”. Las visitas a las cuevas se organizan en secreto y son muy pocas las personas que quieren hablar de su peregrinación al cerro.
El cerro Burrotépetl constituye un elemento importante del paisaje domesticado para los habitantes de San Juan y, al mismo tiempo, una base para formar la identidad local y el símbolo de eternidad, de la existencia por encima del tiempo, durabilidad, carácter inmemorial.
El culto a los cerros se relaciona, en gran medida, con la necesidad de obtener la sabiduría para descifrar lo que constituye la base de la actividad agrícola: los fenómenos meteorológicos. Los especialistas buscan un control efectivo sobre ellos a través de la observación detallada e interpretación de los fenómenos naturales, del compromiso de los animales, etc.
San Juan Bautista se considera también como dueño potente y peligroso que domina los fenómenos atmosféricos. El día 24 de junio, fiesta de San Juan, marca a la vez el solsticio de verano y el principio dela época de lluvias que relaciona a este santo con el ciclo agrícola y el culto a la fertilidad. Es interesante notar que la comunidad escogió a San Juan como patrón de la lluvia entre los santos católicos.
El culto a las montañas sagradas se relaciona también con el proceso de infringir y recobrar el equilibrio. Según la creencia de los nahuas, ya por el hecho de funcionar en la tierra, las personas violan el frágil equilibrio del Cosmos y entran en el dominio de potentes seres sobrenaturales. Los señores del cerro protegen celosamente su morada y no dejan que el orden cósmico se infrinja sin su permiso.
Los habitantes de San Juan cultivan todavía muchas creencias acerca de la potencia mágica de los Señores de los Cerros a quienes atribuyen un papel activo como creadores de varios fenómenos y acontecimientos misteriosos y difíciles de explicar, como la aparición de pequeñas hachas de metal llamadas “hachas de los señores”.
Los cerros son elementos importantes para los nahuas, tanto en el plano físico como en el metafísico. Se relaciona de manera indisoluble con la historia de los habitantes y con su actualidad. En el cerro Burrotépetl se encuentran ruinas de construcciones prehispánicas hechas de piedra pulida de manera precisa, llamadas pirámides, densamente cubiertas con árboles y hundidas en la tierra. Los sanjuaneros platican con orgullo que son el testimonio de que la comunidad tiene un origen muy antiguo.
Las instituciones gubernamentales les hicieron consientes de la importancia que tiene la protección que tiene la protección de la naturaleza del cerro para la conservación del agua; por lo mismo, los nahuas de San Juan intentan protegerlo contra sí mismos y contra la voracidad de otros vecinos, ya que lo que es su motivo de orgullo, implica a la vez el incremento de exigencias y obligaciones.

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