El propósito del presente capitulo es presentar la situación actual del culto a los cerros
entre los nahuas de Huazalingo, en el contexto de su lucha constante por hacer
perdurar su cultura.
Huazalingo se localiza en la parte alta de la Huasteca
hidalguense, al nordeste del estado de Hidalgo, al pie de la Sierra Madre
Oriental, a una altitud de 900 msnm. Con frecuencia se define a Huazalingo como
un municipio fronterizo, es decir, localizado entre la sierra y la Huasteca.
Por consiguiente, en sus ritos y costumbres se pueden identificar influencias
de ambas regiones culturales.
San Juan se encuentra a una distancia aproximada de un kilómetro
de la cabecera municipal. La comunidad se comunica por una carretera
pavimentada, muy sinuosa y peligrosa, que va de Tehuetlán a Huazalingo. La
carretera divide a la comunidad en dos partes desiguales. La parte principal de
la comunidad, “la de abajo”, es la parte oriental donde se encuentran los
principales edificios oficiales: el juzgado, la clínica, la escuela primaria,
el kínder, la casa de bienes comunales, la cárcel, la iglesia…, y la de arriba,
al oeste de la carretera (son pocas las casas que se encuentran en la orilla de
la carretera al pie del cerro).
La parte donde se encuentran las cuevas principales para los
rituales curativos se llaman Tzoncuello (o Tzoncuey); más abajo hay una cueva
“donde se escucha bien el eco” llamada Yahualapa. Otro lugar de ofrendas
utilizado por los campesinos en el pasado lleva por nombre San Marcos. En sus
ceremonias los curanderos refieren también a otras toponimias de las partes
elevadas.
La idea de otorgar un significado especial o atribuir un
carácter a los cerros y montañas no es nueva ni única de los pueblos
mesoamericanos. En realidad, en casi todas las culturas, las elevaciones
naturales del terreno que caracterizan el paisaje, visibles a gran distancia y
con frecuencia de acceso difícil para los seres humanos, se han transformado en
un punto esencial de orientación y también en un elemento importante de la
cosmología y de la religión. En numerosas mitologías aparecen montañas como
sede de los dioses y, al mismo tiempo, como lugares de culto.
Los pueblos mesoamericanos otorgaron a los cerros
significados algo diferentes debido al carácter de su funcionamiento, ya que
sus civilizaciones dependían, en gran medida, de la agricultura, tanto temporal
como de riego. Por consiguiente, tenían gran interés en las observaciones de
los fenómenos de la naturaleza e intentaban descifrar las señales y pronósticos
que éstos podían dar para sus cosechas.
Para las sociedades agrarias sedentarias basadas en la
agricultura, el agua es el principio de su existencia. Para esos pueblos, los
cerros y las deidades que los habitan se transforman en donadores del principal
elemento vivificador, pero también en los controladores de la fertilidad, y dan
salud y vida gracias al poder que tienen sobre los fenómenos atmosféricos.
Los historiadores señalan que Tláloc pertenece a los más
antiguos dioses mesoamericanos, cuya influencia y presencia en toda Mesoamérica
era casi omnipotente. Tláloc estaba rodeado por una cohorte de dioses llamados
tlaloque, que moraban junto con él en las cumbres de las montañas y lo ayudaban
a gobernar los fenómenos atmosféricos, a veces de manera un tanto
descontrolada.
Los vecinos de San Juan se enorgullecen de que la fama de
sus cuevas se extiende fuera del municipio o incluso del estado. Ya que las
cuevas y el Burrotépetl forman parte de su paisaje simbólico y sustenta la
construcción de su identidad colectiva, es posible que sus declaraciones acerca
de la importancia de “su” cerro en la región estén exageradas: “Vienen de
Tampico, traen cerveza, bebidas, tamales, cigarros. Cada año va un montón con
zacahuil, pan, tamales, cerveza, como [si fuera] una fiesta”. Las visitas a las
cuevas se organizan en secreto y son muy pocas las personas que quieren hablar
de su peregrinación al cerro.
El cerro Burrotépetl constituye un elemento importante del
paisaje domesticado para los habitantes de San Juan y, al mismo tiempo, una
base para formar la identidad local y el símbolo de eternidad, de la existencia
por encima del tiempo, durabilidad, carácter inmemorial.
El culto a los cerros se relaciona, en gran medida, con la
necesidad de obtener la sabiduría para descifrar lo que constituye la base de
la actividad agrícola: los fenómenos meteorológicos. Los especialistas buscan
un control efectivo sobre ellos a través de la observación detallada e
interpretación de los fenómenos naturales, del compromiso de los animales, etc.
San Juan Bautista se considera también como dueño potente y
peligroso que domina los fenómenos atmosféricos. El día 24 de junio, fiesta de
San Juan, marca a la vez el solsticio de verano y el principio dela época de
lluvias que relaciona a este santo con el ciclo agrícola y el culto a la
fertilidad. Es interesante notar que la comunidad escogió a San Juan como
patrón de la lluvia entre los santos católicos.
El culto a las montañas sagradas se relaciona también con el
proceso de infringir y recobrar el equilibrio. Según la creencia de los nahuas,
ya por el hecho de funcionar en la tierra, las personas violan el frágil
equilibrio del Cosmos y entran en el dominio de potentes seres sobrenaturales.
Los señores del cerro protegen celosamente su morada y no dejan que el orden
cósmico se infrinja sin su permiso.
Los habitantes de San Juan cultivan todavía muchas creencias
acerca de la potencia mágica de los Señores de los Cerros a quienes atribuyen
un papel activo como creadores de varios fenómenos y acontecimientos
misteriosos y difíciles de explicar, como la aparición de pequeñas hachas de
metal llamadas “hachas de los señores”.
Los cerros son elementos importantes para los nahuas, tanto
en el plano físico como en el metafísico. Se relaciona de manera indisoluble
con la historia de los habitantes y con su actualidad. En el cerro Burrotépetl
se encuentran ruinas de construcciones prehispánicas hechas de piedra pulida de
manera precisa, llamadas pirámides, densamente cubiertas con árboles y hundidas
en la tierra. Los sanjuaneros platican con orgullo que son el testimonio de que
la comunidad tiene un origen muy antiguo.
Las instituciones gubernamentales les hicieron
consientes de la importancia que tiene la protección que tiene la protección de
la naturaleza del cerro para la conservación del agua; por lo mismo, los nahuas
de San Juan intentan protegerlo contra sí mismos y contra la voracidad de otros
vecinos, ya que lo que es su motivo de orgullo, implica a la vez el incremento
de exigencias y obligaciones.
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