Uno de los rasgos característicos de nuestra cultura es el
rotular los fenómenos con diagnósticos psiquiátricos. Ello se ha convertido en
algo común que difícilmente lo percibimos. Personas y masas, personalidades
históricas y periodos, culturas y sociedades, procedimientos mágicos y
religiones son “neuróticos”, “sádicos”, “esquizofrénicos”, etc., o de acuerdo
con el vocabulario sencillo y menos sofisticado de hombre de la calle “locos”,
“lunáticos” o “chiflados”.
La existencia de un juicio moral oculto puede todavía
fácilmente detectarse en bastantes calificativos psicopatológicos
contemporáneos, aparentemente científicos y objetivos. Pensamos que la
costumbre de encubrir los juicios morales con un nomenclatura psicopatológica
pseudocientífica no reporta ventaja alguna y es igualmente perjudicial tanto
para la moral como para la ciencia.

Desde el punto de vista médico, las enfermedades mentales
tienen la gran desventaja de que la inmensa mayoría de ellas no puede definirse
con conceptos anatómicos o bioquímicos. Un cáncer o una diabetes es en todas
partes lo mismo, no solo en sus consecuencias sino también en sus síntomas
objetivos. Y cambios corporales.
Como antropólogos tratamos con sociedades y culturas
separadas en el espacio, pero lo mismo es válido para la separación en el
tiempo, para diferentes periodos “de la misma” cultura.
Llamamos “heteronormal” o “heteropatológico” aquellos que
son considerados normales o patológicos de acuerdo con la escala de nuestra
sociedad la cual es inadecuada puesto que carecemos de verdaderas nociones
generales psicopatología humana.
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